lunes, 22 de junio de 2020

El camino del pecado



Era dantesco. La guerra apunto de terminar y todo lo oscuro, lo inimaginable, iba saliendo a la luz.Se encontraba en el campo de exterminio de Bergen-Belsen, siendo liberado por el Ejército Británico, al que él pertenecía, y solo podía sentir un asco nauseabundo ante lo que contemplaban sus ojos. De repente, su mirada se deslizó hasta un esqueleto andante, porque eso es lo que era; en un principio no supo si se trataba de una anciana o una mujer joven. Antes de que el soldado la dejara caer, él estaba ahí para impedirlo. La cogió en brazos, sintiendo el fétido olor, el saco de huesos que apenas pesaría treinta y cinco o cuarenta kilos; se fijó en el cráneo afeitado, lleno de cortes recientes, de cicatrices antiguas. El cabello saliente por algunas zonas, no era blanco, como le pareció de lejos, era platino. El rostro lleno de costras, de suciedad, de hematomas, los ojos cerrados, hinchados, los labios partidos, como si un boxeador le hubiera dado una buena tunda. Si tenía algo contagioso…, iba listo. Aun así, la llevó hasta los Sanitarios, la dejó en buenas manos. La dejó con su hermano. Por mucha imaginación que tuviese, jamás se le pasaría por la cabeza, lo que el destino le tenía preparado. Jamás.

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